27 diciembre, 2021
Jordi Oliveras
Jordi Oliveras
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Harinera ZGZ, experimentando la gestión compartida

A petición de Poliédrica, Jordi Oliveras escribe sobre este espacio público para la cultura comunitaria y la participación ciudadana en Zaragoza, proponiendo algunas reflexiones en torno a los procesos de cogestión.

Cuando desde Poliédrica me propusieron escribir sobre Harinera ZGZ, por un lado, me ilusionó la idea y, por el otro, me entraron algunas dudas sobre qué se podía aportar en una lectura desde la distancia —desde Barcelona— sobre este proyecto. Sé algo del proyecto, existe abundante documentación sobre él, estoy familiarizado con lo que llaman cultura comunitaria, pero no he estado en el sitio y creo que el mejor modo de opinar sobre las cosas es desde el conocimiento directo.

 

Quizás lo que sí que proporciona la distancia es cierta capacidad de abstraer y preguntar, cosa que he intentado. Escribo, pues, con la conciencia de estos límites y con el deseo de no meter mucho la pata y aportar alguna reflexión a las personas interesadas en el texto y en el proyecto.

 

 

 

 

Entrando a Harinera ZGZ

 

Harinera ZGZ es un espacio público en la ciudad de Zaragoza, ubicado en una antigua fábrica rehabilitada, que desde el año 2016 tiene proyectos residentes y lleva a cabo actividad cultural. En la toma de decisiones sobre su funcionamiento coinciden personas trabajadoras de la administración pública, colectivos residentes en el espacio, y la Asociación de Vecinos de San José, barrio en el que se ubica el centro.

 

 


En Harinera ZGZ la toma de decisiones se hace entre la administración pública, los colectivos residentes y la Asociación Vecinal del barrio de San José


 

 

Diego Garulo, coordinador de Harinera ZGZ, dice sobre el lugar que «si tú la observas sin profundizar vas a ver un espacio cultural, no dedicado a la exhibición sino a la producción, y a tratar, a través de talleres y actividades, que gente que no participa demasiado en lo cultural tenga la oportunidad de hacerlo. Mancharse las manos, hacer pósteres… Puedes ver un espacio normal que hace actividades culturales». De todos modos, el paisaje puede ser distinto según las horas: «El espacio es muy cambiante. Por las mañanas te encuentras principalmente la actividad de los residentes. Por la tarde el ambiente es más de talleres, como un centro cívico, en cierto modo. Hay, por ejemplo, un colectivo de carpintería que hace un taller abierto. Una cosa que intentamos fomentar y se nos ha fastidiado con la pandemia es el uso libre del espacio. Teníamos un grupo de adolescentes que, como teníamos la puerta abierta, venían a pasar aquí la tarde».

 

Sobre las residencias, vemos que los siete proyectos residentes durante el 2020 —año raro, por la covid-19—, elegidos mediante concurso por un periodo de un año, fueron: Teatro Imprevisto, Pares Sueltos, Imaquinaria, Mottainai, Bolboreta Press, Atelier de Ideas y Orquesta Escuela, proyectos mayoritariamente relacionados con las artes y el espectáculo con acento comunitario. Son proyectos a los que, a cambio del uso del espacio, se les pide implicación en el funcionamiento del centro, tanto en forma de actividades abiertas como participando en su gestión.

 

«También hay un programa más inmediato que se llama Harinera Cirquera que ha ganado presencia, y que básicamente consiste en que gente que desarrolla una propuesta de circo usa el espacio para sus ensayos. Además, tenemos un programa para formaciones de música clásica de pequeño formato. Ahora hemos acogido un grupo de música formado por chicas, del instituto, que no las dejaban ensayar en otra parte. Por ahí van los tiros. El sentido de mucho de lo que hacemos es facilitar el acceso. Promovemos muy poca programación como Harinera. Casi todo pasa por una convocatoria abierta que hacemos para que la gente nos proponga actividades. Entonces todo puede cambiar radicalmente».

 

 


La programación de Harinera ZGZ se realiza mediante convocatoria abierta a la ciudadanía, por lo que las propuestas pueden cambiar radicalmente


 

 

 

 

La participación en Harinera ZGZ

 

Parece que lo más singular de Harinera ZGZ es su gestión. «Quizás la parte particular es cómo se toman las decisiones. Programación, cesión de espacios, equipamiento de los mismos… Todas las decisiones se toman por consenso desde una condición de igualdad. Yo, que soy ayuntamiento, me veo en una situación que o convenzo o cedo. Yo creo que este es su gran activo».

 

Amador Fernández Savater en un artículo reciente, tras preguntarse sobre qué se puede hacer desde las instituciones, escribía: «La fuerza de los débiles es autónoma, no se decreta ni se organiza desde arriba como creen tantos aprendices de brujo, pero sí que se puede favorecer, abriendo ocasiones y espacios que la convoquen». Bajo este prisma, podemos preguntarnos si Harinera ZGZ como propuesta institucional, ejerce esta función de abrir espacios que convoquen esto que él llama «la fuerza de los débiles», y hasta dónde ha conseguido llegar en sus cinco años de vida en este camino. De hecho, tal como algunas personas implicadas hablan del espacio, esta parece ser la intención.

 

El sistema de toma de decisiones se basa en una estructura más o menos convencional de asamblea y comisiones. Actualmente hay algo más de cincuenta personas implicadas en esta estructura, de las cuales solamente dos son los empleados municipales implicados.

 

«Una cosa que ocurre es que siempre hay gente latente. O sea, de estas cincuenta y pico censadas, unas 25 o 30 están activas. ¿Perfiles? Bastante diversos. Predomina la franja de los veinte y muchos-treinta hasta los cincuenta y pico. Hay históricos de la lucha vecinal. Hay gente de la educación, maestras. Una cosa interesante, que creo tiene que ver con este tipo de espacios comunitarios, es que el 75% o 80% del colectivo son mujeres. Están los residentes. Unas chicas que se dedican a la comunicación, ceramistas, un fotógrafo, la escuela de circo social, danza inclusiva, una cooperativa de mediación, una editorial pequeña que hace fanzines, un colectivo de arte textil, algún arquitecto… Quizás nos falta más gente mayor y más adolescencia y juventud«.

 

 


«El 75-80 % del colectivo de Harinera ZGZ son mujeres. (…) Quizás nos falta más gente mayor y más adolescencia y juventud»

Diego Garulo | Coordinador de Harinera ZGZ


 

 

Bajo mi punto de vista, cuando se habla de participación, hay que preguntarse hasta dónde llega esta participación. No existe la participación absoluta, del mismo modo que nadie controla al 100% todas las decisiones de gestión de casi nada. Cuando le planteo esto a Diego Garulo, me pone algunos ejemplos de hasta dónde llegan, que me parecen poco habituales.

 

«En todo el proceso de rehabilitación del edificio, que empezó el 2015, la toma de decisiones estuvo a cargo de la asamblea. Por ejemplo, se reformó el proyecto que ya tenía el arquitecto, para habilitar un espacio de taller que no se había previsto. Para las plantas siguientes el proyecto tuvo que tener en cuenta un proyecto previo hecho por la gente. A día de hoy, la configuración que tiene el espacio también ha pasado por la participación. Yo procuro que no haya una sola decisión importante que no haya pasado por la asamblea«.

 

Otra cuestión que me ha llamado la atención es que la comunicación, que es uno de aquellos ámbitos sobre los cuales a las administraciones públicas les cuesta mucho compartir soberanía, en Harinera ZGZ, partiendo de unos mínimos acuerdos previos, es en buena parte gestionada por los colectivos.

 

Viendo la diversidad de dimensiones que acoge el centro, podríamos abrir un interrogante sobre cómo se desarrollan y conjugan las distintas partes. Y esto no es una cuestión particular de este espacio. La nueva emergencia de iniciativas económicas y artísticas que se basan en relatos comunitarios y basados en lo colectivo, invita a poner el foco en cómo se resuelven las contradicciones y roces que fácilmente pueden surgir entre la necesidad de sostener una estructura profesional y la disolución de los espacios de autoridad y la defensa de economías distribuidas. No propongo pensarlo como un diálogo imposible, pero sí empezar reconociendo la diferencia de espacios y objetivos para estudiar el desarrollo de su deseada complementariedad.

 

 


¿Cómo se resuelven los roces que pueden surgir entre la necesidad de sostener una estructura profesional y la disolución de los espacios de autoridad y la defensa de economías distribuidas?


 

 

«En el colectivo la significatividad de lo que alguien propone o verbaliza, tenga el perfil o el bagaje que tenga —una vecina que habla a título individual, por ejemplo— suele tener mucho más peso que la representatividad —la de un colectivo grande— o la trayectoria —de un agente cultural con mucha experiencia, por ejemplo—. Las asambleas son quincenales. La gente del colectivo no residente estaba muy presente en la asamblea. Con la pandemia eso se ha fastidiado un poco».

 

«La relación con el barrio es lo más complejo de manejar, aunque habría que definir bien qué es el barrio, que no deja de ser una amalgama de agentes muy dispares. Con el barrio más institucionalizado resulta más complicado encontrar canales para el diálogo; mientras que, con otras estructuras y colectivos del barrio, la relación es muy fluida. Por ejemplo, una cosa que hizo el colectivo nada más salir del confinamiento fue escribir una encuesta a todos los colectivos del barrio ofreciéndoles la Harinera para lo que hiciera falta. Yo creo que esto es una muestra de la apertura de la asamblea».

 

 

 

 

¿Cómo consolidar la participación?

 

Tras cinco años de funcionamiento, un hecho que afecta el presente de Harinera ZGZ es el cambio de gobierno municipal en las últimas elecciones. El espacio se puso en marcha durante la pasada legislatura, cuando gobernaba Zaragoza en Común, y el actual gobierno dominado por el Partido Popular y Ciudadanos, parece que no tiene el mismo interés por esta propuesta ni otras similares, cosa que se refleja, por ejemplo, en una reducción notable de presupuesto.

 

Con frecuencia se habla del estado como garante de la estabilidad de los servicios a la ciudadanía y su perdurabilidad, pero quizás en proyectos de este tipo este supuesto no siempre se confirma. Por un lado, para abrir un proceso como el de Harinera ZGZ son imprescindibles la implicación de agentes públicos y comunitarios con confianza en el sentido de la gestión de espacios públicos desde fuera de la maquinaria administrativa, como así se da en este caso. Pero, después, también es muy necesario asentar procesos normativos y administrativos que den carta de naturaleza a esto que, en principio, son procesos abiertos de tanteo y con cierto nivel de experimentación. Y parece que ahí es donde la maquinaria estatal presenta sus resistencias.

 

En el ámbito de la colaboración público-privada hay muchos caminos abiertos y una cultura que tiene su aceptación en la administración. Contratos, consorcios público-privados, agencias mixtas… hay un montón de herramientas administrativas que reconocen y articulan estas relaciones. El espacio empresarial exige con fuerza su espacio ante la administración y esta asume con frecuencia el supuesto beneficio de la colaboración. Y todo ello se refleja en normas y procedimientos que articulan estos acuerdos. En el ámbito de lo público-comunitario este camino está menos trazado.

 

 


Con frecuencia se habla del estado como garante de la estabilidad de los servicios a la ciudadanía y su perdurabilidad, pero quizás en proyectos de este tipo este supuesto no siempre se confirma


 

 

Por otro lado, la posibilidad de que haya cambios normativos precisa de mucha fuerza en el lado comunitario y esto no es fácil. Mucha gente podemos abrazar con ilusión y esperanza aquellos procesos que nos permiten participar en ámbitos que antes no existían. Es decir, participar en actividades y tomas de decisiones como las que permite Harinera ZGZ. Pero pasar de ahí a reclamar un marco normativo que lo estabilice ya es mucho más complejo y lo es todavía más si hay que vencer muchas resistencias.

 

En la mínima indagación que he podido realizar para escribir este texto algunas personas han comentado que, en su origen, la asamblea que participó en el diseño creció precisamente alrededor de este proyecto, sin afinidades previas, y no se podía plantear otra cosa que la gestión liderada por la administración, pero se preguntan si ahora la situación sería más sólida y los retrocesos más difíciles si se hubiera podido establecer una gestión más delegada en los colectivos.

 

Siguiendo la misma reflexión especulativa, vemos que la situación actual de confrontación con el ayuntamiento es muy dura en otros casos como el CSC Luís Buñuel, también en Zaragoza, con un convenio de cesión para un espacio que estuvo ocupado y que ahora se encuentra en los tribunales para ser defendido. Así que no es fácil establecer una regla sobre qué podría haber sido mejor.

 

En cualquier caso, Harinera ZGZ parece un buen ejemplo sobre cómo dentro de la administración pública, que en realidad también es un espacio diverso en intenciones y prácticas, hay personas dispuestas a trabajar en la dirección de experimentar y favorecer procesos de organización democrática más allá de las reglas del mercado capitalista, y creo que esto es algo que deberíamos celebrar.

 

 

 

 

 

Sobre el autor

 

Jordi Oliveras es el principal impulsor del proyecto Indigestió que, entre otras cosas, organiza anualmente el Foro Indigestió y edita la revista nativa.cat. También es miembro de la cooperativa cultural La Murga. En ambos casos, el principal impulso es pensar y actuar en el ámbito cultural desde una posición no centrada en la perspectiva de sector, sino buscando una comprensión más colectiva. Profesionalmente se considera animador cultural.

 

Twitter: @JordiIndigestio

 

 

 

 

 

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